Nacido el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires, e hijo de
un profesor, estudió en Ginebra y vivió durante una breve temporada en España
relacionándose con los escritores ultraístas. En 1921 regresó a Argentina,
donde participó en la fundación de varias publicaciones literarias y
filosóficas como Prisma (1921-1922), Proa (1922-1926) y Martín Fierro en la que
publicó esporádicamente; escribió poesía lírica centrada en temas históricos de
su país, que quedó recopilada en volúmenes como Fervor de Buenos Aires (1923),
Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929). De esta época datan sus
relaciones con Ricardo Güiraldes, Macedonio Fernández, Alfonso Reyes y Oliveiro
Girondo.
En la década de 1930, a causa de una herida en la cabeza,
comenzó a perder la visión hasta quedar completamente ciego. A pesar de ello,
trabajó en la Biblioteca Nacional (1938-1947) y, más tarde, llegó a convertirse
en su director (1955-1973). Conoció a Adolfo Bioy Casares y publicó con él
Antología de la literatura fantástica (1940). A partir de 1955 fue profesor de
Literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires. Durante esos años, fue
abandonando la poesía en favor de los relatos breves por los que ha pasado a la
historia. Aunque es más conocido por sus cuentos, se inició en la escritura con
ensayos filosóficos y literarios, algunos de los cuales se encuentran reunidos
en Inquisiciones. La historia universal de la infamia (1935) es una colección
de cuentos basados en criminales reales. En 1955 fue nombrado académico de su
país y en 1960 su obra era valorada universalmente como una de las más
originales de América Latina. A partir de entonces se suceden los premios y las
consideraciones. En 1961 comparte el Premio Fomentor con Samuel Beckett, y en
1980 el Cervantes con Gerardo Diego. Murió en Ginebra, el 14 de junio de 1986.
Sus posturas políticas evolucionaron desde el
izquierdismo juvenil al nacionalismo y después a un liberalismo escéptico desde
el que se opuso al fascismo y al peronismo. Fue censurado por permanecer en
Argentina durante las dictaduras militares de la década de 1970, aunque jamás
apoyó a la Junta militar. Con la restauración democrática en 1983 se volvió más
escéptico.
A lo largo de toda su producción, Borges creó un mundo
fantástico, metafísico y totalmente subjetivo. Su obra, exigente con el lector
y de no fácil comprensión, debido a la simbología personal del autor, ha
despertado la admiración de numerosos escritores y críticos literarios de todo
el mundo. Describiendo su producción literaria, el propio autor escribió:
"No soy ni un pensador ni un moralista, sino sencillamente un hombre de
letras que refleja en sus escritos su propia confusión y el respetado sistema
de confusiones que llamamos filosofía, en forma de literatura". Ficciones
(1944) está considerado como un hito en el relato corto y un ejemplo perfecto
de la obra borgiana. Los cuentos son en realidad una suerte de ensayo literario
con un solo tema en el que el autor fantasea desde la subjetividad sobre temas,
autores u obras; se trata pues de una ficción presentada con la forma del
cuento en el que las palabras son importantísimas por la falsificación
(ficción) con que Borges trata los hechos reales. Cada uno de los cuentos de
Ficciones está considerado por la crítica como una joya, una diminuta obra
maestra. Además, sucede que el libro presenta una estructura lineal que hace
pensar al lector que el conjunto de los cuentos conducirán a un final con sentido,
cuando en realidad llevan a la nada absoluta. Otros libros importantes del
mismo género son El Aleph (1949) y El hacedor (1960).
No hay comentarios:
Publicar un comentario