(Montevideo, 1908 - Madrid, 1994) Novelista uruguayo,
considerado no sólo el escritor más importante que ha dado la literatura de su
país, sino uno de los máximos creadores de la narrativa en lengua castellana
del siglo XX.
Hijo
segundo de un funcionario de aduanas descendiente de emigrados irlandeses
(ONetty, parece haber sido el apellido original) y de una brasileña que
pertenecía a una familia de hacendados gaúchos, desertó de los estudios de
derecho a mitad de la carrera, y desde la temprana adolescencia frecuentó las
redacciones de periódicos y revistas de ambas márgenes del Río de la Plata,
viviendo alternativamente en Montevideo y Buenos Aires, ciudad esta última en
la que se instaló por primera vez, y ya independiente de los suyos, cuando sólo
contaba veinte años.
Secretario
de redacción del mítico semanario Marcha, donde firmaba sus críticas y
colaboraciones con el popular seudónimo de Periquito el Aguador, asiduo del
diario La Prensa y de la revista Vea y Lea, y encargado posteriormente de la
sucursal rioplatense de la agencia Reuter, vivió un cuarto de siglo entre ambas
capitales, de cuya síntesis surgiría la fantasmal Santa María donde transcurren
sus principales ficciones (y algo más tarde Lavanda, resumen o boceto de la
Banda Oriental).
Afincado
en Montevideo, entre 1955 y 1975 fue director de bibliotecas municipales del
distrito montevideano y luego integrante de la junta directiva de la Comedia
Nacional, hasta que en el último de los citados años fue acusado de actividades
subversivas por la dictadura que gobernaba su país, y eligió el exilio
madrileño que ya no abandonaría hasta su muerte. En Uruguay había obtenido el
Premio Nacional de Literatura, en 1962, y en España se le concedió el
Cervantes, en 1980, y un año antes el de la Crítica por Dejemos hablar al
viento, votado por los especialistas en forma unánime como el mejor libro de
habla española publicado durante 1979.
Después de sus primeros relatos (ganó un concurso del
género, convocado por el diario La Prensa, de Buenos Aires, en 1934) se inició
en la novela con El pozo(1939), que los críticos han considerado el más
claro antecedente hispánico de la llamada literatura existencialista, difundida
por Sartre y Camus, que dominaría como tendencia, durante el decenio siguiente,
la narrativa occidental. Tras ella escribióTiempo de abrazar (1940), Tierra
de nadie (1941), Para esta noche (1943), Los adioses (1954)
y Para una tumba sin nombre (1959), además de las sucesivas
colecciones de cuentos Un sueño realizado (1951), La cara de la
desgracia (1960),El infierno tan temido (1962) y Tan triste como
ella (1963).
Pero
el pasaje a la madurez y la absoluta autonomía de una obra que aportaba no sólo
un lenguaje inédito en la narrativa hispánica, sino un universo conjetural por
el que los personajes y las secuencias transitaban de un libro a otro,
enriqueciendo en forma creciente el conjunto, se produjo con la escritura de La
vida breve (1950), su primera obra maestra, que tendría posterior
continuidad en otros dos títulos igualmente magistrales: El astillero (1961)
y Juntacadáveres (1967), que constituyen la llamada "trilogía de
Santa María", por transcurrir las tres novelas en la misma ciudad
imaginaria, y ser habitadas por los mismos personajes que se van cediendo el
protagonismo de las páginas de una a las de las otras, sin dejar por ello de
ser cada una de ellas obras cerradas y autosuficientes en sí mismas.
Los
temas y la atmósfera que van configurando la producción de Onetti son comunes y
sórdidos: la soledad, la prostitución, la rutina, el dinero. La vida breve(entre
las mencionadas) es por su exasperado realismo una auténtica obra maestra:
relata el desdoblamiento de un ser tímido y sin aliento, José María Braussen,
que se inventa otro yo, José María Arce, personaje violento que planea un
crimen. En ella se da la fundación de Santa María, una ciudad mítica y ficticia
(como Macondo de García
Márquez y Comala de Rulfo), de indeterminado emplazamiento
rioplatense, escenario de todo el ciclo narrativo.
El astillero y Juntacadáveres se centran
en la historia del personaje Junta Larsen. La última, aunque escrita
posteriormente, se refiere a hechos anteriores de Larsen, cuando éste proyecta
organizar científicamente un burdel en la hipócrita sociedad de Santa María. En El
astillero (su título más celebrado) relata el delirio y la derrota del
personaje, enredado en la reorganización del astillero de un tal Petrus y en la
seducción de la hija de éste.
Ya
en el exilio español, Onetti agregó todavía un estremecedor epílogo a la serie
con las densas páginas de Dejemos hablar al viento (1979), una suerte
de Apocalipsis de la ciudad imaginada y de sus reiterados habitantes; trata
también sobre un personaje de imprecisa identidad, Medina, que ejercita
sucesivamente la medicina y la pintura (bajo la protección de una prostituta)
y, de regreso a Santa María, actúa como comisario, sumido en una total
degradación física y moral.
El
ciclo se completó con dos títulos que recuperan historias ocurridas en la
vecina Lavanda o en el deteriorado y postrero refugio de Monte (los dos
igualmente imaginarios), y cierran con espléndida contundencia la propuesta
narrativa del autor uruguayo: Cuando entonces (1987) y ese testamento
de la ficción onettiana que publicó un año antes de morir y tituló Cuando
ya no importe (1993).
Convencido
desde sus inicios del radical epigonismo de la literatura hispanoamericana, y
contrario a la tendencia grandilocuente y retórica en los autores del
continente desde los años de las guerras independentistas, que se había visto
favorecida por las sucesivas influencias de románticos y modernistas, Onetti se
planteó para sí mismo una escritura lacónica, que unida a su temperamento
escéptico y desencantado produjo un estilo que no tiene antecedentes y que
abrió una vía tan fructífera como inédita antes de él en la narrativa en lengua
española.
No hay comentarios:
Publicar un comentario